DIARIO DE NORMANDÍA
(traducción Martha L. Canfield, Ediciones El Tucan de Virginia, 2007)
ISBN 968-6756-93-0
mendiola54@prodigy.net.mx
Trouville, Calvados: 8 de agosto
viejas moradas normandas
entre huertos de manzanos
césped arena agua
cielo crema celeste
azul lapizlázuli turquesa
celeste crema leche
Sombra densa
entre las hortensias de Trouville.
La estela de humedad
no se deshaceni siquiera al mediodía.
Hay olor de tortas y bizcochos
por el camino del paseo.
La pareja en la mesa
está en silencio:
beben licor y
comen frutas de gelatina.
Uno tiene rasgos regulares,
sin barba y la piel
con rápidas estrías,
manosea la envoltura
del confite.
El otro, más joven,
le sonríe al camarero
cada vez que pasa,
apoya los dedos en los dulces
y se deja rozar, distraído.
El perro hace lo que quiere
de acá para allá en el mirador
alrededor de los clientes.
Sube del mar de pronto
un soplo de viento,
entre las mesas de hierro
que huelen a herrumbre lavada,
bajo las cortinas a rayas.
(Dicen que cuando
el viento corta desde el mar
hinchando las cortinas
y las sombrillas cerradas de la avenida,
habrá tormenta sin duda
en el lapso de una hora).
(de escaleras de bóvedas de tono
en el sonido en el cono de luz
se detiene se rinde a su vuelo
que se echa se lanza se cierne
de pluma de hoja
de flecha relámpago y fuego)
(Nada entre las manos.
Nada que te asegure,
por despecho? No,
más bien por suerte,
de un lugar, de una historia.
De un mañana...)
(Te das cuenta de pronto
que las cosas te distraen,
te sacan por lo menos del ansia
y entre la vida y tú ponen
la distancia necesaria para contemplarla.)
(En el fondo, si lo pienso,
entre reflexiones y planes
que dejo resbalar
con gusto hasta mañana,
para dar orden y sentido
al azar,
en qué se apoya
la idea que tengo del mundo?
En un dedo
dentro de la nariz.)
(Espera que el mar
se vuelva orines
y entonces comprenderás in extremis
lo que es un naufragio
que cede, inerte y nauseado,
a la fatiga de sus remos.)
Honfleur, Calvados: 10 de agosto
hilera de rocas
que regresan del fondo
a los ojos del mundo
cielo carcomido
en jirones y remiendos
color violeta rosado
La punta del arrecife
es una ballena negra,
y soplo de agua
es el faro.
Detenidos en un eterno
arrancar desde la costa
hacia el mar abierto.
Aunque a ratos aparece
la espuma del oleaje
como una estela
dejada por el barco
en el azul turquí.
(Controles, dudas,
esperas sin fin
antes de dar
— aunque de a poco
parezca cada vez
más improbable —
el salto por fin.)
(Es el borrarse progresivo
de lo querido o conocido,
las cuentas que ya
no están cuadrando. El margen
cada vez más delgado,
a medida que se abren
en las filas hendijas y vacíos.)
(No cualquiera
y como sea.
La trama, elegida
y construida,
el infinito reducido
a una medida, por
orgullo, tal vez
por miedo
limado y restringido
extendido dentro
del lecho
de la enciclopedia.)
(Sueños aventuras
esperanzas antiguas y terrores.)
(... plantas parásitas
desvaídas con tallos
delgados que se aferran
a otras plantas
haciéndolas morir:
sanguijuelas.)
Honfleur, Calvados: 11 de agosto
cintas de casas
en la costa de Sainte-Catherine
verde-marchito marrón
cielo oscuro negro
fierro gris pizarra
nácar leche
Son azules
con el cuello tipo bote
los suéteres de la tienda.
El estante en gran desorden,
no se consigue
su talle.
La chica pega un tirón,
surgen unas
camisetas, luego
se ordena el cabello:
se ríe y se le ve
una hilera casi entera
de dientes de oro.
La vitrina da hacia el puerto
y el espejo
refleja a los marineros
de impermeables amarillos
que fijan las amarras
y descargan en coro
pilas de cajones.
(La certidumbre de
no tener ninguna fe
está en ese encontrarse
con ganas, una mañana,
indiferentes a todo.)
(Sigo siendo, se ve,
viajero de tierra firme,
que escruta el mar desde lejos
y controla el movimiento.
Pero hay quien cree, aquí,
que el mar hechice
a quien lo mira
y que lo haga, tarde o temprano,
alejarse de la costa.)
(Las vías del mar adverso fluctúan corto grande
en el canal o en el puerto velero que se quiere ir
mar temblor amor olas de vuelta al corazón
sacudido hasta la costa siempre entre hacer y decir).
(Poesía qué es...
pequeño pez
de los lofobranquios
azul y delicado,
con aletas como alas
boca redonda
y dos filas de dientes,
pegasus draco
que termina entre las patas
de la gata.)
(Qué sensación extraña
– vamos, rasca
con las garras –,
de poder: de conquista
y posesión de mí sobre ti,
cuando lo tienes
en la mano.)
Entre Trouville y Honfleur, Calvados: 12 de agosto
despeñadero al mar
de la colina
derrumbe de setos pasto
cielo rayado ceniza
gris-azul tenue
celeste
Calle abajo entre manzanos
tras la curva del pueblo,
en mitad de la cuesta,
hay una banca
de una antigua hostería.
Sentados almorzando
se ven pasar
naves entre las ramas
y se divisan marineros
pegados a las barandas.
Un gato se mueve sin cesar
bajo la mesa:
tiene el hocico como una bola
y por encima olor
a pescado podrido.
La mesera trae
un plato cada vez
y canta pasito:
«douce vipère...»
(Qué estado de placer
es estar quietos
siguiendo con los ojos
a alguien que se mueve
a lo lejos...)
(Callado solo flexible
listo y tierno por un rato.
Nada ni nadie despierta
más ternura en mí
que un gato.)
(Me acuerdo que una vez
no quisiste vino
y eufórica no querías
estar porque – decías –
era una cobardía
perder lucidez de día.)
(Me quedo petrificado
cada vez – no muchas,
se cuentan con una mano –,
que encuentro a alguien
con una misión de veras
en la vida.)
Saint-Aubin, Calvados: 14 de agosto
espejo rápido
cinta de nubes
fugaces
cielo plomizo mustio
devorado por la aurora
en dos doblado
La casa en la playa
es un trampolín,
último salto desde la tierra firme.
Viniendo de las dunas
se ven las velas
deslizándose
entre las columnas.
De noche el mar invade
hasta el último escalón
y las olas golpean
el entablado como campanas.
Dicen que el dueño
es un viejo marinero
que de madrugada
baja por un escotillón
y se hace al mar.
( A veces se pueden
encontrar esos pasajes:
túnel, corredor
entre interior y exterior
entre lleno y vacío.
Pozo, cono de volcán,
precipicio. Desfiladero,
parece, de frontera.)
(Lo más fastidioso
es que ocurra incluso
cuando no estamos
y en tanto metidos
adentro de otra historia,
ni nos percatamos.)
(Es ese permanente
ir y venir de una sustancia
a otra, salir entrar.
Mi terror de lo viscoso
de lo que es fango.
Horrorizado incluso
por la condición anfibia.)
(Me repito a veces
la fábula hindú
del hombre que en el barranco
y agarrado a una rama
no puede resistirse
a comerse la frambuesa
que su mano está rozando.)
(Hacia dónde corre ahora
mi aventura?
En qué travesía
se ha metido...
Acaso ya ha caído,
en su lento abandonarse,
en el cono de sombra
que la pierde
ahora y por
el resto de su vida.)
Saint-Aubin, Calvados: 16 de agosto
espaldas de arena
pálido rebote
de la estela lunar
cielo negro ébano
azul noche de cobalto
azul celeste
En las dunas
el viento está indeciso
desviado por los arbustos
y el olor del mar,
que a veces se interrumpe,
huele a melón.
Pero no se consigue
hacer el amor
en este estado:
la marea
trae de lejos
ruidos indescifrables
y desde la costa no se ve
muy bien de qué se trata.
Aquí, en las dunas,
fue degollado un marinero
y a su prometida
ni más la encontraron.
Todavía se oye
el espantoso grito,
en las noches de tormenta.
(Obsesión de lo sucio,
resbaloso, oscuro.
De las arañas tengo horror
sólo con verlas,
de los insectos.
La idea de un contacto
me corta el respiro,
es como golpearme
contra la pared.)
(Donde se detiene el paso
y el gesto muere,
hacia adelante corre
sólo tu pensamiento,
aquí de mí no tendrás certezas
ni serás defraudada.)
(Es que no amo
los encuadramientos del paisaje
sino desde afuera
del escenario,
desde un adecuado observatorio
por poco
que se pueda
delimitado.)
(Dondequiera que estemos,
pequeña fanática,
anota en tu diario
las veces que lo hacemos.)
(Aviso a los navegantes.
Vientos desde nordeste
con tendencia a aumentar
en temporal.
Faros de entrada
al puerto, apagados.)
Bernières, Calvados: 18 de agosto
muralla langosta
marcada lamida
por ese mar pálido
cielo azulado
de mosto de asfalto
lúcido ojo apaleado
El resto del naufragio
en la playa de las dunas
se apoya sobre un lado,
inerte hinchado.
El destrozo de los palos
los hierros y los cables
no está fuera de lugar
sobre la costa atormentada.
Tiene algo de sagrado
detenido en el tiempo.
Es un altar
en el que las gaviotas
se lanzan chillando.
La lenta procesión
no se detiene:
cada quien calla
un momento
en el vacío inmóvil.
(Pasa la forma,
muere se disuelve
se nos desaparece para siempre.
Es la materia, dicen,
que pasando queda:
se transforma cambia
se deforma,
sin dejar de existir.)
(Veo que lo importante
— perdona me repito
como las campanas —
es, en todo caso,
ser el que permanece.)
(Dicen que en la costa
se muere jóvenes.
Y vienen hasta aquí
del resto del país,
para buscar mujer).
(Lo consolador, mira tú,
es el desapego
que uno siente,
casi inconsciente,
de lo que ocurre.
Sea como sea.)
(Hay cosas a las que
— es humano? —
no podría renunciar
por nada en el mundo.
Entre ellas
ésta, de rascarme
la cabeza, de tarde,
contando los cabellos
que caen en la mesa
y haciendo montoncitos de caspa
en el hueco de la mano.)
Cabourg, Calvados: 20 de agosto
borde labio orilla
ola que viene
ola que va
cielo sucio pantano
petróleo pátina de cobre
cielo de rotella
El viejo navío
está inclinado
contra el muelle,
pero rígido, casi
tomando distancia
de los neumáticos
que se han vuelto fósiles.
La herrumbre ha derrotado
sólo los costados.
Vuéltose grumete,
el capitán llega
de mañana
a lustrar las barandas,
sube a cubierta y
se desliza detrás de las vidrieras
de la cabina del comandante.
En el mástil de popa
estacionan filas de gaviotas,
como válvulas blancas
en los postes de alta tensión.
(No me veo ni
joven ni viejo,
no sé si lindo
o feo. Me percibo
como estorbo
o bien desaparezco
casi del todo,
cada vez que
me encuentro
en el espejo.)
(silbido soplo caída
lento tenue apagado
péndulo filo aleta
que zigzagueando marcha)
(Sabes, me gusta
– será el modo mío
que es todo cerebral –
que tengas los zapatos,
al menos uno, éste
con el taco en punta
que me traigo:
tocarlo, por lo pronto,
sentir que ya me pisa.)
(Sensación de vértigo
es lo que me da,
cada vez que oigo
a la abuela que llama
a mi madre su hija.)
(Tormenta de nordeste
con lluvias, temporales
y ráfagas de viento.
Tendencia a reforzarse
en una tempestad.)
(El punto de tracción,
el baricentro. Allí está
la fuerza real de
gravitación que empuja
hacia abajo, por la línea
de atrás, entre las piernas:
el orificio, sí, del ano.)
(Bueno, debe ser
realmente una sorpresa
para ambos.
Imaginando que no
haya un recorrido,
que nos encontremos
ahora por azar.
Contra toda historia,
de vínculos y vedas.
De lo que, sin embargo,
no se ha acabado.
Es más, por eso...
Lo insólito, y prohibido.)
Cabourg, Calvados: 23 de agosto
malecón de casas
finiseculares
en la rambla
cielo cobalto gris
rayada superficie
cielo en destrozo
Desde el Grand Hotel, en sueños
hasta mi pueblo.
En la avenida de la estación
ella me espera, pálida,
en bicicleta.
Nos encaminamos
bajo los tilos florecidos.
Tiene un vestidito corto
color durazno,
con mangas anchas, y tras el pelo
la mirada ardiente.
Las vías del ferrocarril
de pronto desaparecen y el mar
forma allí un amplio golfo.
Todo alrededor parece
sumergido en el color rosado.
Y es de mar también
nuestro camino.
Yo me detengo, sin saber
qué hacer.
Sonriendo indica la breve duna,
llevándome por mano
por el nivel del agua,
por donde hay que ir.
(Lugar y circunstancia.
Siempre y dondequiera
según dice el filosófo,
lo que comemos somos.)
(... no obstante el ambiente
me incite a preferir la discreción
y en mí se imponga
un algo de buen gusto,
vicios burgueses.)
(Hubo una época
en mi vida
que por días enteros
me quedaba en la cama
con tal de no salir
de los sueños.)
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